jueves, 28 de agosto de 2008

Vigo. Su historia...



Los primeros pobladores de la ciudad fueron seguramente veteranos de las legiones romanas que una vez licenciados eligieron este suave y benigno litoral para establecerse como comerciantes. A mediados del siglo XVI no había más Vigo que un grupo de casas apretujadas en torno a dos parroquias, cuyos soportales daban a la playa para que las proas de las barcas de pesca de sus vicinos pudieran descansar tras la faena y sus mujeres vender allí mismo, y con los pies en la arena, las capturas obtenidas durante toda la jornada. La ciudad romanizada, vivía de un comercio regular y sólido con la metrópoli, y los contenedores de la época, las ánforas de barro selladas con tapones de corcho y parafina, salían para Roma repletas de uno de los productos más valiosos y apreciados por los patricios de la capital del Imperio, el valoradísimo "garum", que se fabricaba en factorías costeras viguesas alimentadas por una materia prima que sigue siendo hoy inmejorable. El suculento pescado de sus aguas.
El "garum", una semiconserva que se preparaba dejando pudrir al sol en vasijas de barro toneladas de peces en salmuera hasta que adquirían la consistencia de una pasta amarillenta idónea para acompañar guisos o, simplemente, para untarse en pan, se convirtió muy probablemente en el primer producto exportable de los mares de Galicia y, sin duda, la semilla primera de la próspera industria extractiva y conservera que definió el escenario económico del Vigo posterior hasta nuestros días.
De las murallas a la crisis del 98.
La demolición de las murallas que constreñían la expansión de la ciudad significaron también el inicio de una urbe nueva que necesitaba librarse de un corsé para expandirse. Si en mil ochocientos treinta y tantos, George Borrow, el famoso vendedor de Biblias históricamente conocido como "Don Jorgito el inglés", definía horrorizado Vigo como un villorrio poblado por maleantes sin entrañas que le habían propinado una paliza sorda antes de robarle y dejarle tundido y abandonado a su suerte, sesenta años después, se trataba de una ciudad rica y próspera, en la que mandaba una sólida e ilustrada burguesía fraguada con frecuencia en la emigración a América del Sur, que viajaba por el mundo y que contaba con recursos suficientes para poder permitirse el lujo de contratar a las figuras más notables de su tiempo.
La ciudad de mayor extensión y más poblada de Galicia, el Vigo del tercer milenio cercano a los trescientos mil habitantes  y constituido en la undécima ciudad española, es, qué duda cabe, un producto lógico y por completo carente de estructuras, de los dos siglos anteriores. Vigo terminó el siglo XIX fortificándose con desesperación ante la angustiada certeza de sus habitantes de que sería invadida por la armada de los Estados Unidos en cuanto estallara el conflicto bélico que hemos dado en llamar la guerra de Cuba. Vigo fue el puerto español que recibió más soldados destrozados y vencidos procedentes del infierno de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, y tal fue su abnegada tarea en este triste período, que se ganó el honor de añadir el epígrafe de "siempre benéfica" al que ya figuraba en su escudo de armas, "fiel y valerosa".
El nuevo siglo.
Con el cambio de siglo llegó para Vigo, el fútbol, el automóvil, el cinematógrafo, el tranvía, la radio, el Club de Campo, el charleston, el tango, el genio inconmesurable de Antonio Palacios, los partidos de tenis y el Cable Inglés. Su envidiable localización geográfica decidió también su importancia en los tráficos transatlánticos en los que este puerto se constituyó en obligada escala para las navieras, especialmente británicas, que mantenían líneas regulares con el nuevo continente y que llevaban atracando en Vigo desde el último tercio del siglo anterior. El comercio y la industria abrió otra nueva puerta a principios de los años cincuenta, cuando se estableción la Zona Franca y, poco más tarde, la factoría Citroën, quizá uno de los referentes industriales más trascendentes de su larga y fructífera trayectoria. Vigo sufrió como nadie los horrores de la reconversión de los setenta que afectó de un modo despiadado a la construcción naval, uno de sus pilares económicos y sociales más antiguos y tradicionales.
Oferta de ocio y cultura
.El paso del tiempo ha concretado también un proceso evolutivo natural que nos ofrece una sociedad más madura, más rica, más culta y más cosmopólita que desea otro ámbito en el que vivir, un ámbito más confortable en el que se genere una oferta de cultura y ocio necesaria. Por ello, y además de los argumentos tradicionales que hablan de la suculenta gastronomía de la zona y los hermosos parajes naturales que rodean el casco urbano, la oferta se amplió a otros frentes. Esto es, la puesta en marcha de al menos ochocentros de cultura y ocio El Museo de Arte Contemporáneo sito en el rehabilitado edificio de los antiguos juzgados, el Museo del Mar, que aprovecha un viejo matadero de Alcabre, el Museo das Palabras en Samil, y  cuatro  centros cívicos, Casco Vello, Coruxo, Teis y Saians. Este perfil se completa con el  gran auditorio "Mar de Vigo", en el solar anteriormente ocupado por la factoría "Casa Mar".

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